miércoles, 24 de febrero de 2010

Interlocutores válidos o no

A ver si puedo explicarme sin exabruptos y que "me se" entienda:
Tema: laboral.
Bueno, laboral y vital. Porque total mi vida no es mucho más que trabajar e intentar educar una persona que pone todo su empeño en sacarme de mis casillas.

Soy administrativa en un centro de formación profesional. Estamos a una semana de la prematrícula. Me llaman madres y madres (sobre todo madres) con montones de dudas que yo intento clarificar con toda mi buena voluntad. Buena voluntad que luego se ve recompensada por las gratificaciones y agradecimientos de las susodichas madres y usuarios en general, que agradecen sobremanera que se les trate como personas, que como mínimo se les escuche y se les trate de forma educada. El trato que ofrezco es cercano y eso se nota, al fin y al cabo, yo también soy madre y en cualquier momento me puedo encontrar al otro lado.

Por eso, que ya sin pensármelo, mi máxima es tratar a los demás como me gustaría que me trataran a mí.

El caso es que, llevando poco más de un año en el puesto, soy una pieza fundamental del engranaje del centro, que durante este tiempo, ha ido creciendo y cambiando bastante.

Cuando llegué me encontré con un equipo directivo recién estrenado que tampoco sabía muy bien por dónde le daba el aire, así que les ayudé en todo lo que pude. Prácticamente lo he aprendido todo yo sola y bien orgullosa que estoy de ello.
Me ocupo pues de cantidad de asuntos que por "contrato" no me corresponderían para nada, pero una va asumiendo tareas y tareas y luego no puedes decirles que no (lo sé, los tengo un pelín malcriados).
Trabajo con personas y para personas, así que me implico y lo hago encantada de la vida. Por supuesto que me enfado, hay días que se me baja la moral a los pies, pues tengo la impresión de estar haciendo el pardillo. Cuando esto ocurre siempre hay alguna llamada o algún gesto que me vuelven a hacer ver porqué hago lo que hago. Simplemente porque es lo que se debe hacer y además es gratificante.
Por supuesto que no soy imprescindible, pero siendo realistas (y modestia aparte) si yo mañana no voy a trabajar aquello sería un caos. Saldrían adelante, claro, pero con un gran coste (ay! mis pobres madres y padres y chiquillos!).

Por si todavía no es evidente, estoy sola en el puesto. Puesto que es una plaza de funcionario vacante, ergo no es mía. Aprobé la oposición pero no llegué a las plazas. La que ocupo además es de un nivel superior, por lo que tampoco tendría opción a elegirla, por lo que ahora está en concurso de traslado, esto quiere decir que la ofertan a otros funcionarios del nivel de la plaza por si quieren cambiar.
Hasta aquí, es comprensible para mí que un día tenga que dejar mi puesto, a no ser que una conjunción planetaria haga que nadie la elija, por lo que se sumaría a las plazas ofertadas para la siguiente oposición y, con la misma conjunción, yo volviera a aprobar la oposición pudiendo tener acceso a la elección de la plaza y quedarme y morir allí. En fin.
Este es el preámbulo del tema que hoy me ha animado a escribir, porque me he sentido vapuleada y ninguneada.

La relación con el equipo directivo del centro, como no puede ser de otra manera, es estrecha, me consideran una más, pero... ¡ay! solo somos un punto en el universo burocrático de un departamento de educación de provincias.
Así que esta mañana, ingenua de mí, y a instancia de mi director, he tenido a bien llamar a la señora jefa de personal del departamento, que en vísperas de ofertarme esta plaza vacante, tuvo a bien recibirme en su despacho (a instancia del anterior director del centro en el que estaba y del cual tuve que irme porque amortizaron la plaza que ocupaba).

Ingenua de mí, repito, voy y la llamo para concertar una entrevista en la que comentarle que, en vista del tema del concurso de traslado y la posible ocupación de la plaza, tuvieran a bien mantenerme un poco de tiempo más en mi puesto, con algún tipo de contrato de esos por necesidades del servicio, hasta que mi sucesora estuviera mínimamente instruida en las labores a las que tendrá que hacer frente.
Entiendo que igual no era mi función, pero como hay tantas que no lo son y las hago, no me di cuenta que esto estaba ofendiendo lo más sagrado de la jerarquía burocrática.

No he llegado a hablar con la jefa, sino con su secretaria, a la que le he expuesto el caso previa petición suya.
Además de quitarse el muerto de encima todas las veces que ha podido, con las frases del tipo, "eso no es cosa nuestra", "eso es cosa de fulanito", "ahí no podemos hacer nada", "tú tienes que hacer lo que te digan y nada más", "es el equipo directivo el que tiene que instruirte a ti y no al revés"; me ha dicho algo que me ha llegado al alma: "tú no eres una interlocutora válida para hablar con mi jefa".
Eso me ha dicho.
Palabras textuales.
Ilusa de mí, yo esgrimiendo razones humanitarias y me he dado de bruces con esto.

No salía de mi asombro. Me salía el humo por las orejas. Así que he sido educada, he fingido otra llamada y he cortado la comunicación.

En fin, señores. Yo voy a seguir haciendo lo que debo hacer, no lo que me ha dicho la superfuncionaria.
Seguiremos intentando hablar con su jefa, ahora lo hará directamente el director (que sí es interlocutor válido, por lo visto).

Mi error ha sido hablarle como si fuera una persona, como me comunico yo con las personas.

Ese ha sido mi error.

Yo qué quieren que les diga. Soy como soy. Y pecando de poquísima o nula humildad, y visto el ejemplo, el mundo será mejor si sigo siendo como soy.

Gracias por escucharme.

jueves, 11 de febrero de 2010

Hoy tocaba

Porque es mi cumple. Nieva como hace esa pila de años que lo hacía (dice mi madre).
He estado de repostera para agasajar a los invitados y compañeros. El día ha sido bueno, pese al mal tiempo.
En fin, hoy tocaba entrada.
Un año más. Yupi!