domingo, 28 de noviembre de 2010

Mañanas de domingo

Por titular con algo. Porque se podría empezar con cualquier cosa. Para acabar posiblemente como siempre.
Estoy muy agradecida al tiempo. Al cronológico. No al atmosférico. Aunque a este último ya me he acostumbrado y lo llevo hasta bien.
Agradecida, decía. Sí. Al menos va acabando con la ansiedad. No con toda, que aun quedan reminiscencias que hacen eco en mi estómago, reclamando algo que no puedo darle pero que intento llenar con todo eso que no conviene al cuerpo, hasta que se vuelve a imponer la mente y, distracción tras distracción, alejamos el vacío hasta la siguiente andanada.
Si tuviera ese blog conectado directamente a la cabeza, escribiría muchas más entradas. Lo hago mentalmente casi todos los días. Me quedan divinas, con sus negritas y sus comillas y lo que haga falta.

En fin, que el tiempo va pasando y me voy convenciendo a mi misma de que esta es otra vida más, que ya he vivido otras y que otras más me esperan. Esta fe es únicamente para alejar la dichosa ansiedad, si no, no habría quien viviese.

Siento estar cubierta de un escudo que hace que todo resbale sin afectarme. ¿Cuándo se ha creado esa cubierta? ¿cuántas capas tiene? ¿hasta dónde es capaz de crecer?
Algo así hace que pases de ser personaje a ser espectador. Al menos debería hacerlo. Porque de pronto te encuentras siendo protagonista de algún momento puntual, doloroso, luminoso, o todo a la vez, que hace que todo lo que más o menos tenías controlado, se vaya al garete y te deje literalmente con el culo al aire, planteándote si es cierto que todo tiene un significado, porque si no lo tiene no lo entiendes, y entonces o eres tonta perdida o te falta un hervor y no te habías dado cuenta... y entras en un bucle sinfín hasta que duermes, limpias el disco duro y al reiniciar de un nuevo día, ves que todo es más o menos igual o quizás no, pero da lo mismo.

Tú eres tú y con eso tienes que vivir. A poco que te compares no tienes de que quejarte, por lo que empiezas la mañana con la teoría de la relatividad, sigues por felicitar un cumpleaños que te agradecen con un escueto "gracias" e intentas olvidarte de él, pues total tampoco lo conoces más que lo justo y es muy justo, así que vamos a intentar no pensar, que es un rato difícil, sumergiéndonos en las muy placenteras pérdidas de tiempo que tiene la red, dejando pasar la mañana y después la tarde del domingo, que siempre han tenido ese sabor tan especial, tan amargo muchas veces, con revoltijo de estómago incluido.

Porque si algo era desagradable era una tarde de domingo. La sensación ominosa de final, espesa, nauseabunda... hasta en verano se dejaban sentir las tardes de domingo, pese a que los lunes bien podían ser al sol...
Hace unos pocos años que me vacuné contra las tardes de domingo. Algo ayudaron las prácticas ejercidas en aquel entonces, pero quiero creer que todo el trabajo fue interior, como casi siempre.

Ahora que lo pienso, quizá es un exceso de significado el que tiene la culpa de que los domingos sean lo que son. Los domingos de la infancia eran el final de una semana que siempre era larga, así como el preludio de inicio de otra semana igual de larga... era tanto el tiempo que restaba hasta la madurez... yo quería ser mayor.

Después en la juventud, los domingos eran los de la resaca, el mal cuerpo después de la juerga del sábado, el saborear lo que habías hecho y te habían dicho el día anterior... lo bailado o sin bailar... Aquello fue poco tiempo, cambiando los domingos de resaca por domingos en casa de su madre, de su hermana, en casa de la mía... algunos en la propia casa...

Después llegaron los domingos esperando la vuelta de mi hijo a casa desde la de su padre. Esos domingos también me estrujaban las tripas. Era más síndrome de domingo que otra cosa, todo hay que decirlo.

Ahora, los domingos son relajados, tranquilos, calentitos, dejándolos pasar con suavidad, a veces mirando para otro lado, no vayan a creerse importantes...

Vaya! como han cambiado los domingos!

sábado, 7 de agosto de 2010

Desahogar

Todo se agolpa por querer salir de mi cabeza. Hace ya tiempo que no escribía.
Vamos allá.
Después de toda una tarde de romanticismo norteamericano, vía series de televisión, una echa seriamente en falta un poco de ese azúcar rosa en su vida, aunque le suba la glucemia en sangre... Que yo supongo que algo de cierto tendrá, no porque salga en la tele, que fíjate qué fuente de fiabilidad... si no por aquello de que la realidad suele superar a la ficción, vamos, que de algún sitio se lo habrán sacado, ¿no?
Un poquejo, solo un poquejo, pero no. Por aquí no debe de haber. No se lleva. Total, ¿para qué?
Peras al olmo. En fin.

En otro orden, ya llega a su fin mi última andadura laboral. Ya está. Se acabó. Lo que queda de mes. Ains!

El coche, otra vez con achaques. Curarlo supone dejar achacosa la cuenta. Ains! de nuevo.

Una buena: dejé de fumar. Hoy, gracias al dichoso libro y a que le hice caso y tiré todo el tabaco que tenía en casa, pasaré otro día glorioso más sin fumar. Porque me lo está pidiendo el cuerpo (bueno, es más la mente, pero nos engañamos estupendamente).

Así que para paliar un poco esa no-necesidad le estoy dando a la tecla, mientras también engaño al estómago, que me tiene tiranizada ahora. Es el siguiente al que tengo que derrotar. Dicen que no hay dos sin tres... miedo me da.

Que ya me podía dar por la comida sana y el ejercicio a raudales, pero eso no, eso no me da, jolines!

En fin, ya me siento un poco mejor. Voy a ver si ceno (augh!!)

miércoles, 24 de febrero de 2010

Interlocutores válidos o no

A ver si puedo explicarme sin exabruptos y que "me se" entienda:
Tema: laboral.
Bueno, laboral y vital. Porque total mi vida no es mucho más que trabajar e intentar educar una persona que pone todo su empeño en sacarme de mis casillas.

Soy administrativa en un centro de formación profesional. Estamos a una semana de la prematrícula. Me llaman madres y madres (sobre todo madres) con montones de dudas que yo intento clarificar con toda mi buena voluntad. Buena voluntad que luego se ve recompensada por las gratificaciones y agradecimientos de las susodichas madres y usuarios en general, que agradecen sobremanera que se les trate como personas, que como mínimo se les escuche y se les trate de forma educada. El trato que ofrezco es cercano y eso se nota, al fin y al cabo, yo también soy madre y en cualquier momento me puedo encontrar al otro lado.

Por eso, que ya sin pensármelo, mi máxima es tratar a los demás como me gustaría que me trataran a mí.

El caso es que, llevando poco más de un año en el puesto, soy una pieza fundamental del engranaje del centro, que durante este tiempo, ha ido creciendo y cambiando bastante.

Cuando llegué me encontré con un equipo directivo recién estrenado que tampoco sabía muy bien por dónde le daba el aire, así que les ayudé en todo lo que pude. Prácticamente lo he aprendido todo yo sola y bien orgullosa que estoy de ello.
Me ocupo pues de cantidad de asuntos que por "contrato" no me corresponderían para nada, pero una va asumiendo tareas y tareas y luego no puedes decirles que no (lo sé, los tengo un pelín malcriados).
Trabajo con personas y para personas, así que me implico y lo hago encantada de la vida. Por supuesto que me enfado, hay días que se me baja la moral a los pies, pues tengo la impresión de estar haciendo el pardillo. Cuando esto ocurre siempre hay alguna llamada o algún gesto que me vuelven a hacer ver porqué hago lo que hago. Simplemente porque es lo que se debe hacer y además es gratificante.
Por supuesto que no soy imprescindible, pero siendo realistas (y modestia aparte) si yo mañana no voy a trabajar aquello sería un caos. Saldrían adelante, claro, pero con un gran coste (ay! mis pobres madres y padres y chiquillos!).

Por si todavía no es evidente, estoy sola en el puesto. Puesto que es una plaza de funcionario vacante, ergo no es mía. Aprobé la oposición pero no llegué a las plazas. La que ocupo además es de un nivel superior, por lo que tampoco tendría opción a elegirla, por lo que ahora está en concurso de traslado, esto quiere decir que la ofertan a otros funcionarios del nivel de la plaza por si quieren cambiar.
Hasta aquí, es comprensible para mí que un día tenga que dejar mi puesto, a no ser que una conjunción planetaria haga que nadie la elija, por lo que se sumaría a las plazas ofertadas para la siguiente oposición y, con la misma conjunción, yo volviera a aprobar la oposición pudiendo tener acceso a la elección de la plaza y quedarme y morir allí. En fin.
Este es el preámbulo del tema que hoy me ha animado a escribir, porque me he sentido vapuleada y ninguneada.

La relación con el equipo directivo del centro, como no puede ser de otra manera, es estrecha, me consideran una más, pero... ¡ay! solo somos un punto en el universo burocrático de un departamento de educación de provincias.
Así que esta mañana, ingenua de mí, y a instancia de mi director, he tenido a bien llamar a la señora jefa de personal del departamento, que en vísperas de ofertarme esta plaza vacante, tuvo a bien recibirme en su despacho (a instancia del anterior director del centro en el que estaba y del cual tuve que irme porque amortizaron la plaza que ocupaba).

Ingenua de mí, repito, voy y la llamo para concertar una entrevista en la que comentarle que, en vista del tema del concurso de traslado y la posible ocupación de la plaza, tuvieran a bien mantenerme un poco de tiempo más en mi puesto, con algún tipo de contrato de esos por necesidades del servicio, hasta que mi sucesora estuviera mínimamente instruida en las labores a las que tendrá que hacer frente.
Entiendo que igual no era mi función, pero como hay tantas que no lo son y las hago, no me di cuenta que esto estaba ofendiendo lo más sagrado de la jerarquía burocrática.

No he llegado a hablar con la jefa, sino con su secretaria, a la que le he expuesto el caso previa petición suya.
Además de quitarse el muerto de encima todas las veces que ha podido, con las frases del tipo, "eso no es cosa nuestra", "eso es cosa de fulanito", "ahí no podemos hacer nada", "tú tienes que hacer lo que te digan y nada más", "es el equipo directivo el que tiene que instruirte a ti y no al revés"; me ha dicho algo que me ha llegado al alma: "tú no eres una interlocutora válida para hablar con mi jefa".
Eso me ha dicho.
Palabras textuales.
Ilusa de mí, yo esgrimiendo razones humanitarias y me he dado de bruces con esto.

No salía de mi asombro. Me salía el humo por las orejas. Así que he sido educada, he fingido otra llamada y he cortado la comunicación.

En fin, señores. Yo voy a seguir haciendo lo que debo hacer, no lo que me ha dicho la superfuncionaria.
Seguiremos intentando hablar con su jefa, ahora lo hará directamente el director (que sí es interlocutor válido, por lo visto).

Mi error ha sido hablarle como si fuera una persona, como me comunico yo con las personas.

Ese ha sido mi error.

Yo qué quieren que les diga. Soy como soy. Y pecando de poquísima o nula humildad, y visto el ejemplo, el mundo será mejor si sigo siendo como soy.

Gracias por escucharme.

jueves, 11 de febrero de 2010

Hoy tocaba

Porque es mi cumple. Nieva como hace esa pila de años que lo hacía (dice mi madre).
He estado de repostera para agasajar a los invitados y compañeros. El día ha sido bueno, pese al mal tiempo.
En fin, hoy tocaba entrada.
Un año más. Yupi!